martes, 30 de julio de 2013

¡Votar por el cambio... y sentarse a mirar ( II. La violencia ) !




En mi nota anterior mencionaba que la violencia extrema no es un fenómeno nuevo en México. Sin embargo, esta ha llegado a niveles de países en guerra mientras que el grueso de la población se ha ido acostumbrando tanto a ello que ya se volvió algo prácticamente “banal” o “natural” donde por acción u omisión terminamos participando todos.
Este fenómeno me hace siempre pensar en la metáfora de la rana en la olla a la que le van subiendo tan paulatinamente la temperatura que no se da cuenta, el agua llega a ebullición y la rana se cuece sin enterarse siquiera.
Veamos tan sólo un ejemplo: En los años 70 el escritor Jorge Ibargüengoitia denunciaba en su novela “Las Muertas”


 (llevada luego al cine por Felipe Cazals) un escandaloso caso de trata de personas (de blancas le llamaban en la época) donde tres hermanas apodadas Las Poquianchis mantenían una red de trata protegida por las autoridades de Guanajuato.



(Todo un tema es también el papel de "periódicos" como "Alarma", "El Sol", "El Criollo" etc., en la banalización de la violencia)

El asunto, que seguramente ya en ese entonces no era una excepción, causó escándalo unos días y ya, sin que se supiera nunca hasta qué punto y nivel llegaba la implicación de las autoridades. Pues bien, de entonces a hoy México se ha convertido en uno de los 3 primeros lugares mundiales en trata de personas (niños incluidos) y tiene un pueblo que detenta el “horroroso” título de “Capital Mundial de la Trata de Personas”. En efecto, Tenancingo, Tlaxcala es un pueblo donde la mitad de la población se dedica a la explotación sexual de personas y la otra mitad (incluidas autoridades, la iglesia etc.) lo sabe pero no quiere, o tal vez ya no puede hacer nada.
Pero esto se sabe a nivel internacional y no pasa nada. Existe una legislación que podría ser aplicable en materia de lucha contra la trata pero no lo es y no lo es porque, todo mundo sabe, que encumbrados políticos, empresarios y por supuesto narcotraficantes son consumidores y/o tratantes (recuérdese tan solo el caso del Niño Verde y la chica asesinada en su casa en Quintana roo). En Tenancingo, Tlaxcala (y vaya usted a saber en cuantos pueblos y ciudades más) ya es “normal” que el tratante conocido como Ernesto N., alias “El caimán” descuartice a las chicas “que no se portan bien” y se las dé de comer al cocodrilo que tiene en el patio de su mansión (de ahí el apodo). Son “sólo” unas descuartizadas más que a nadie le importan... 


http://www.eluniversal.com.mx/primera-plana/2013/impreso/el-caiman-terror-de-trabajadoras-sexuales-en-el-df-42583.html

Y por supuesto, ya es “normal” también que los niños en lugar de querer ser médicos o ingenieros, aspiren a ser sicari@s y/o padrotes/madrotas. 

¿Cree usted que esto no tiene relación con Tabasco? ¿Que el aumento en el número y la crueldad en los feminicidios está desconectado de lo que sucede en otras partes del país? ¿Cree usted que eso sólo sucede en Cárdenas? ¿O tal vez hasta que “esas mujeres” se lo buscaron por andar “en malos pasos” (como hubo quien lo sugiriera en redes sociales)? Si su respuesta es positiva a alguna de estas preguntas empiece a preocuparse porque sin duda, como la rana, ya está cerca del punto de cocción y ni siquiera se ha dado cuenta...

jueves, 25 de julio de 2013

¡Votar por el cambio... y sentarse a mirar ( I ) !


¡Votar por el cambio... y sentarse a mirar ( I ) !

Antes que nada quisiera precisar que este texto no busca justificar ni defender a ningún funcionario. El objetivo es tratar de analizar, de la manera más objetiva posible, la realidad que vive hoy el estado de Tabasco y en general México. He denunciado innumerables veces la increíble violencia que se vive en nuestro país, violencia que a menudo no queremos ver y reconocer mientras no toque a la puerta de nuestras casas o nuestras familias. Se piensa erróneamente que “eso” sólo le pasa a los demás, en otros estados, en otros lugares o a personas que necesariamente andan en “malos pasos”. La violencia en México no es algo nuevo. Sin embargo, se ha llegado a un nivel tal que pareciese que no tocaremos fondo sino hasta que el país estalle en mil pedazos. En el origen de la situación hay, entre otras cosas, una relación malsana y perversa entre una sociedad apática y servil y un sistema político autoritario. Si en algunos momentos de nuestra historia las coyunturas permitieron que esa relación malsana pareciese la solución hoy vemos que en realidad sólo nos ha llevado al abismo. Habrán notado que no me referí a un “partido” sino a un “sistema” y en efecto los más de 70 años de control priísta de la vida política del estado y del país hacen que ya ni siquiera es una cuestión de un partido: Es un “sistema cancerígeno” que ha contaminado de manera imperceptible al grueso de la sociedad hasta el tuétano. Hoy, cuando en Tabasco se reclama airadamente ¿dónde está el cambio? Yo me pregunto: ¿son realmente ingenuos, o algo más? ¿en realidad creyeron que décadas de corrupción desaparecerían así como así con la llegada al poder de tal o cual persona? ¿en realidad creen que para que una sociedad cambie basta depositar un voto y sentarse a mirar? Y cuando entre esas personas que exigen y vociferan hay notables priístas, quisiera poder preguntarles: ¿cómo desmontar la podredumbre que USTEDES construyeron durante un siglo en tan sólo unos meses? Que pasen la receta...
Los cambios no se dan de la noche a la mañana ni pueden venir desde lo alto del poder o desde maquinarias burocráticas esclerosadas. Las prácticas de corrupción, violencia, abuso e incompetencia están tan arraigadas que a veces me pregunto si en verdad pueden ser modificadas. Tampoco se trata, como pretenden algunos, de que cada quien cambie de manera aislada y sin exigir un cambio en las prácticas gubernamentales, esto es ingenuo y demagógico. El cambio viene desde una sociedad que exige, que alza la voz, pero que también respeta y predica con el ejemplo. Tal vez uno de los mayores daños que el sistema autoritario provocó a nuestro país es la labor de zapa que realizó destruyendo la confianza. Hoy no podemos confiar en los jueces, ni en la iglesia, ni en los partidos, ni en el mecánico, ni en el plomero, ni en la policía, ni en la ley... pero esa capacidad de confiar no puede ni será nunca restablecida, ni reparada, desde el poder del Estado. Sólo el ciudadano crítico, responsable y bien informado uniéndose a sus pares puede modificar el curso de las cosas pero desafortunadamente no es algo que veremos ocurrir de la noche a la mañana. ¡Es un trabajo de Sísifo! Y a buen entendedor...