En mi nota anterior mencionaba que la violencia extrema no es un
fenómeno nuevo en México. Sin embargo, esta ha llegado a niveles de
países en guerra mientras que el grueso de la población se ha ido
acostumbrando tanto a ello que ya se volvió algo prácticamente
“banal” o “natural” donde por acción u omisión terminamos
participando todos.
Este fenómeno me hace siempre pensar en la metáfora de la rana en
la olla a la que le van subiendo tan paulatinamente la temperatura
que no se da cuenta, el agua llega a ebullición y la rana se cuece
sin enterarse siquiera.
Veamos tan sólo un ejemplo: En los años 70 el escritor Jorge
Ibargüengoitia denunciaba en su novela “Las Muertas”
(llevada
luego al cine por Felipe Cazals) un escandaloso caso de trata de
personas (de blancas le llamaban en la época) donde tres hermanas
apodadas Las Poquianchis mantenían una red de trata protegida por
las autoridades de Guanajuato.
(Todo un tema es también el papel de "periódicos" como "Alarma", "El Sol", "El Criollo" etc., en la banalización de la violencia)
El asunto, que seguramente ya en ese
entonces no era una excepción, causó escándalo unos días y ya,
sin que se supiera nunca hasta qué punto y nivel llegaba la
implicación de las autoridades. Pues bien, de entonces a hoy México
se ha convertido en uno de los 3 primeros lugares mundiales en trata
de personas (niños incluidos) y tiene un pueblo que detenta el
“horroroso” título de “Capital Mundial de la Trata de
Personas”. En efecto, Tenancingo, Tlaxcala es un pueblo donde la
mitad de la población se dedica a la explotación sexual de personas
y la otra mitad (incluidas autoridades, la iglesia etc.) lo sabe pero
no quiere, o tal vez ya no puede hacer nada.
Pero esto se sabe a
nivel internacional y no pasa nada. Existe una legislación que
podría ser aplicable en materia de lucha contra la trata pero no lo
es y no lo es porque, todo mundo sabe, que encumbrados políticos,
empresarios y por supuesto narcotraficantes son consumidores y/o
tratantes (recuérdese tan solo el caso del Niño Verde y la chica
asesinada en su casa en Quintana roo). En Tenancingo, Tlaxcala (y
vaya usted a saber en cuantos pueblos y ciudades más) ya es “normal”
que el tratante conocido como Ernesto N., alias “El caimán”
descuartice a las chicas “que no se portan bien” y se las dé de
comer al cocodrilo que tiene en el patio de su mansión (de ahí el
apodo). Son “sólo” unas descuartizadas más que a nadie le
importan...
http://www.eluniversal.com.mx/primera-plana/2013/impreso/el-caiman-terror-de-trabajadoras-sexuales-en-el-df-42583.html
Y por supuesto, ya es “normal” también que los niños
en lugar de querer ser médicos o ingenieros, aspiren a ser sicari@s
y/o padrotes/madrotas.
¿Cree usted que esto no tiene relación con
Tabasco? ¿Que el aumento en el número y la crueldad en los
feminicidios está desconectado de lo que sucede en otras partes del
país? ¿Cree usted que eso sólo sucede en Cárdenas? ¿O tal vez
hasta que “esas mujeres” se lo buscaron por andar “en malos
pasos” (como hubo quien lo sugiriera en redes sociales)? Si su
respuesta es positiva a alguna de estas preguntas empiece a
preocuparse porque sin duda, como la rana, ya está cerca del punto
de cocción y ni siquiera se ha dado cuenta...